viernes, junio 30, 2006

Arendt&Heidegger en tiempos de cólera

La carta, de amistad o amorosa, constituye junto con la autobiografía (de la que Borges desconfiaba porque busca sólo el morboso interés del psicólogo) y el diario, la más directa traducción de la vida histórica individual. Constituía para los antiguos todo un género: el epistolaris sermo, el de la "prosa artística". Que la retórica en Occidente se convirtiera en arte epistolar no tiene nada de sorprendente, incluso se intentó encontrarle un nombre a este novísimo arte: ars dictandi. "Dictare" significaba originalmente "dictar", pero ya en la Antigüedad: rivolta a persone assenti e quindi sottoposta alle regole dell'oratoria. De ahí que la palabra dictare adopte el sentido de "escribir obras poéticas o con pretensiones artísticas". A este fenómeno de la lengua latina debe el alemán la palabra Dichten (escribir poesía), y Gedicht (poema). Dante llama a los trovadores dictatores illustres. Lo cierto es que la carta se transformó en un arte, en casi poesía. Si la visión de vísceras de animales o humanas es casi siempre desagradable, la mirada furtiva sobre los "lazos sensibles" (que desempeñan la función de hacernos inmortales, querámoslo o no) es siempre e instantáneamente conmovedora. El destripamiento de un autor nunca es tan eficaz y cruel como cuando la necropsia hermenéutica hurga entre la correspondencia íntima, entre lo que Corvin llama simpáticamente "el daguerrotipo del estado del alma". En la publicación aireada del tráfico epistolar, la entraña más primitiva se hace con la luz diurna, el daguerrotipo y su cámara oscura se convierten en un inventario de sensaciones dormidas, exhibición de atrocidades y dispersiones de la pasión. Con respecto al testimonio oral, la carta es una prueba de primer grado. Suficiente con pensar el efecto "Laclos" sobre personas y honestidades: liaisons dangereuses. Tamaña exposición, casi pornográfica, que completa los conos de sombra y a veces ayudan a explicar obras y estilos, humores y trayectorias, no deja de hacernos sentir impúdicos. Si Mark Twain aseveraba con razón "que no es posible que un hombre cuente la verdad sobre él mismo, o deje de comunicar al lector la verdad sobre sí mismo", podemos descubrir la enorme importancia de las cartas, ya que ellas por sí mismas impiden que intervenga el presente en la narración del pasado. Impiden que la memoria deje de serlo. La carta de amor permite, à lá Proust, recuperar el tiempo perdido pero sin elaborarlo ni entenderlo. La carta nos complace con el antiguo sabor o entramos en contacto con un alma que ya no es. Epístola amorosa (o erótica) que puede buscar meramente la confirmación de una pasión sentida sin límites (Maiakovsky le confesaba a su amada Lily: "escribo sólo de mí, no de ti") sin importarle la opinión del objeto amado; o bien que anhela y desea, como recordaba Edith Wharton a su amor imposible, hablar como nunca se ha hablado con nadie (ni se hablará): "mi alma se ha desvelado porque siento que, ¡después de tanto tiempo!, encontré alguien con quien hablar". O como Kafka a Milena, ver transformarse la correspondencia en la continuación por otros medios de la guerra literaria. En muchos casos, la relación es asimétrica: un Ich famoso, enorme y goloso, autorreferencial, que se despliega hacia un objeto del deseo pasivo y secundario. Joyce vs. Nora; Flaubert vs. Louise, Wolff vs. Vita; Maiakovsky vs. Lily; Kierkegaard vs. Regina; porqué no: Graves vs. Nancy. Nuestro caso es particular: se trata de un romance clandestino y filosófico, de una alumna y su Meister, una judía asimilada (en su madurez una eminencia en filosofía política y una de las mujeres pensadoras más destacadas junto a Simone Weil) y el filósofo más importante del siglo XX. Con un agregado: Heidegger acompañará con fervor al nacionalsocialismo mientras su amada escapará para salvar su vida al frio exilio. Quizá resista una única comparación, perversa en otro sentido, la que existió entre Sartre y Simone de Beauvior (Castor). Las persuasiones amorosas acompañan a la filosofía desde su separación dolorosa con el mito: amor (carnal no exento de erotismo) de discípulos hacia sus maestros. Sócrates, modelo ideal antiguo de Eros a la vez personal y teorético, pero también tenemos casos de bello extremismo, como el de la noble y bella Hiparquía (300 a. C.) convertida en cínica por obra de su amor ciego hacia Crates o el otro Crates, gran amor del titular de la Academia (Polemon), a quién sucedió y cuya forma de pensar compartió en vida así como su tumba en la muerte romántica. Algunos filósofos modernos y posmodernos han considerado su amor por una mujer (u hombre) decisivo, no sólo para sus vidas nudas, sino también para sus sistemas filosóficos. Convocamos aquí los espíritus de Carolina de Schelling, el enemigo número uno de Hegel, Clotilde de Comte o Harriet de John Stuart Mill. O los mismos Hannah y Martín, como los comparó Georg Steiner, Abelardo y Eloisa transfigurados. Pero viajemos a principios de 1924, la ciudad es Marburg. Una estudiante de familia judía de dieciocho años desembarca en la estación del ferrocarril ansiosa por estudiar con un tal Martín Heidegger. Hannah Arendt procedía de una familia de una ciudad que ya no existe (Königsberg, la patria chica de Kant); su daemon filosófico despertó después de leer "Kritik der reinen Vernunft". Dominaba el griego y el latín. Su primer viaje fue a Berlín, buscando la sabiduría del teólogo-ensayista veronés, Romano Guardini, cuando oyó rumores sobre un "fenómeno" en la enseñanza de la filosofía: "El nombre recorrió toda Alemania como el rumor sobre un rey secreto… El rumor lo decía de manera muy simple: el pensamiento ha vuelto a cobrar vida, los tesoros de la cultura del pasado se ponen a hablar, y a todo esto se descubre que transmiten cosas muy diferentes de las que uno, desconfiado, sospechaba. Existe un maestro. Quizás se pueda aprender el pensamiento. Así pues, era el rey secreto de la filosofía", recordaba Hannah en 1969. En la provinciana Marburg, era una joven moderna, melena corta y tailleur a la moda (¡intolerable!); sus compañeros la llamaban "la verde", a causa del elegante vestido de ese color que usaba con frecuencia. Vivía en una buhardilla muy bohemia, cerca de la universidad, donde recibió durante dos semestres escolares (febrero de 1924) las visitas furtivas del "pequeño mago de Messkirch". Incursiones tipo comando, secretísimas, incluso para los compañeros de Hannah: Heidegger se jugaba un matrimonio muy conveniente y su carrerismo en el mandarinado alemán. El 10 de febrero de 1925 fue su primera carta, muy trabajada, donde toma la iniciativa consciente de lo que hace, encabezada con un formal "Querida Señorita Arendt". Le declara su respeto, alaba sus cualidades intelectuales, pide su confianza. La carta según los hagiógrafos es emotiva, lírica, bellamente redactada, caricia sutil y palabra de orden el mismo tiempo. Carta pensada, meditada, planificada. Apenas cuatro días después de la primera carta, Arendt recibió otra, dirigida esta vez como Liebe Hannah. Dos semanas más tarde Heidegger le remitió una escueta nota que indicaba un rizo en la relación: el inicio de la intimidad física. A esta altura el filósofo (astuto y desconfiado) se comporta como un amante poseído por pasiones desconocidas. ¿Tuvo este amor profundo pero clandestino, la suficiente fortaleza como para crear una convicción en la perspectiva filosófica? Heidegger había confesado que Hannah había sido sin duda la musa de su gran obra incompleta ("sin ella no habría podido escribir nada"). Recordemos que desde 1922 Heidegger estaba construyendo (aunque no lo sabía) los borradores de su opera magna: "Ser y Tiempo" ("Sein und Zeit"). Los especialistas consideran que existen tres borradores o intentos: el primero es su conferencia pública en la Sociedad Teológica de Marburg en julio de 1924, "Der Begriff der Zeit", llamado también "Esbozo Dilthey", donde aparece el Dasein ("Ser-ahí") como el ente que se caracteriza por el hecho de "ser-en-el-mundo" , cuya característica es un "cuidar-se" (la famosa Sorge). El esbozo estaba incompleto, pues: ¿en qué consistía este "in-der-Welt-Sein"?, ¿y la "Cura" no era solamente un egoísmo solipsista en clave husserliana?... Se enamoraron en el curso del primer semestre de 1924/1925 (recordemos que en la Alemania de Weimar las cursadas se dividían en semestres: semestre de verano, desde mayo a noviembre y de noviembre, con descanso en navidad, hasta abril), donde Heidegger lo dedicó en el semestre de 1924 en el cual la conoció, al tema de las pasiones según el segundo libro de la "Retórica" de Aristóteles, a las interpretación de los diálogos platónicos ("El Sofista"; "Filebo"), sobre el sexto libro de la "Ética a Nicómaco" y un seminario sobre la ontología en la Edad Media (Tomás de Aquino). Ya en el semestre de verano, volverá sobre el concepto de tiempo y a una reflexión sobre las Meditations de Descartes.
Lo cierto es que el voltaje del romance aumenta y aparecen en la estructura primitiva del Dasein nuevos continentes teoréticos abiertos por la propia experiencia. La primera figura relacionada con el amor es el "ser-con-otros", categoría inexistente hasta 1925, el "Mit-Sein/Mit-Dasein", introducida subrepticiamente para articular el encuentro con el Otro, pero lo otros que comparten la autenticidad conmigo: otros que "son aquí con" (mit da sein) mí" y yo soy "con (sein mit) el Otro". El otro no es todos lo demás, sino más bien aquellos entre los cuales uno "es". La propia pasión en Hannah es la que le permite superar las aporías de la comprensión de la subjetividad de su maestro y mentor Husserl. "[…] El hecho de que la presencia del otro irrumpa una vez en nuestra vida es aquello que ningún ánimo supera. Un destino humano se entrega a un destino humano, y el servicio del amor puro consiste en mantener despierta esta entrega igual que en el primer día (carta del 21.02.25). Heidegger descubre un camino que va desde su propia praxis hacia la aprehensión de una fenomenología crítica. Muchos especialistas deducen esta aufheben heideggeriana en su hermeneútica obsesiva sobre Aristóteles, pero eso es insuficiente para explicar esta nueva constitución del Dasein, del "ser-ahí" como praxis humana unitaria. La relación con Hannah, finalmente, es la que le permite abandonar la teoría tradicional de la autoconciencia (entendida como un repliegue del alma sobre sí misma) y entender el Dasein como obligado a "tener-que-ser" (Zu-sein). Es la propia concepción de Heidegger, para quién la teoría es una forma de praxis. Y esta auto referencia de tipo eminentemente práctico no se desarrolla sólo por medio de los actos intelectivos superiores sino que pasa por los actos más inferiores: pasiones, estados de ánimo, afectos, las Stimmungen: es decir a través de los componentes sensibles, pasivos, carnales de la vida humana. Otro concepto clave que aparece en la época del romance es el de "Befindlichkeit" (disposición), que eleva a potencia ontológica las determinaciones del sujeto que tradicionalmente se trataban en la teoría de las pasiones: pasividad, receptividad, finitud, angustia, miedo, corporeidad, erotismo. Heidegger quiere indicar que el Dasein está constituido originariamente por momentos turbios, opacos, contradictorios, por el caos de afectos y pasiones.

En las cartas encontramos el lado explotador del Meister: órdenes, códigos cifrados, excusas sobre la doble vida, cursilerías de un hombre casado, temores; del lado de Hannah una perversa y total entrega. "Cuidemos como un regalo depositado en el fuero más interno el hecho de haber podido encontrarnos y no lo deformemos por medio de autoengaños en la pura vivacidad; es decir, no nos imaginemos algo así como una amistad del alma, algo que nunca existe entre los seres humanos", le escribe Martin. Finalmente, por presiones de Heidegger, Hannah "se obliga" (como el primer soldado del Tercer Reich, Albert Leo Schlageter) a marcharse a otra Universidad, recomendada por Heidegger a otro mandarín del existencialismo: Karl Jaspers. Se las arreglará para seguir con encuentros furtivos y cada vez más fugaces. Como el funcionario Klamm, en "El Castillo" de Kafka, dispone a voluntad de Frieda. Con Jaspers desarrollará, ¡como no!, su tesis doctoral sobre el concepto de libertad y amor en San Agustín: "Augustinus und das paulinische Problem der Freiheit". Aprovechará para criticar el sesgo utilitarista y manipulador del "Ser-en-el-mundo": el objetivo de su trabajo es desarrollar una visión del mundo que Heidegger ha olvidado, "el mundo concebido como lo ven los amantes del mundo". En 1928, en ocasión de obtener su objeto más deseado, la cátedra en Freiburg, Heidegger cortará toda relación. Sabemos que en 1929 ya estaba leyendo detenidamente "Mein Kampf". En su última carta de esa época, Hanna le comunicará una melodramática premonición: "Y si es la voluntad de Dios,/ te amaré más tras la muerte". Con todo, siempre estará subyugada por ese amor tan mal correspondido. La reconciliación vendrá después de la guerra y la caída del nacionalsocialismo, en 1950. Arendt, que lo siguió amando, escribe a su marido sobre ese primer re-encuentro: "Esta tarde y esa mañana siguiente son la confirmación de todo una vida". Le perdonará todo: la adhesión al nazismo, su admiración por Hitler, su silencio cómplice de posguerra (duramente censurado por Marcuse o Celan), se transformará en su agente literario, revisará traducciones y contratos, se cree de cabo a rabo la leyenda propagada por el mismo Heidegger de que fue un "resistente espiritual" desde su cátedra, exonerará de todo fascismo a su sistema filosófico (mientras Adorno afirmaba que la filosofía de Heidegger es fascista "en su núcleo más íntimo"), le dedicará explícita (su libro póstumo, "The Life of the Mind" lleva una cita completa de Heidegger) o implícitamente (mi obra "Vita Activa", le escribe en otra carta, "te debe casi todo en todos los aspectos") todas sus obras de madurez. Curiosamente su "heideggerianismo de izquierdas" nunca la abandonó, llegando a defender liquidar el sufragio universal, el elitismo natural de los grandes hombres, y las oligarquías aristocráticas en política: "el modo de vida político nunca será el de la multitud". Como Heidegger, coincidía en que la democracia había sido la causa de la decadencia de la mítica Polis griega. El gobierno es tarea de una classe politica que se seleccionaría a sí misma. En un artículo extraño sobre Rosa Luxemburg, en una curiosa proyección, Arendt destaca que la cualidad más importante de la revolucionaria polaca no fue su marxismo práctico, ni su ética revolucionaria, sino su "falta de ortodoxia inocente, desprovista de espíritu polémico..." Casi un epitafio de la propia Hannah. Como era de esperar Heidegger se comportó glacialmente, con silencios sospechosos. Aunque tenía todos sus libros en su biblioteca, jamás los leyó, ni le envió comentarios. Heidegger, que impartirá su última clase en 1973, le escribirá unas últimas cartas, muy tiernas y cálidas, ya en prosa sencilla pero elegante, aunque no pierde ocasión de herirle. Sin embargo, como el Rick de "Casablanca" ("Los alemanes iban de gris y tú ibas vestida de azul"), recordará hasta el final de su vida aquel hermoso vestido verde que ella llevaba provocativamente en el Marburg conservador de 1924.

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Maravilloso artículo. Creo que has tocado hasta el núcleo más hondo de la relación. Enhorabuena por haber escrito algo así.

10:55 a.m.  
Blogger NiklasGV said...

Frau Krempel: muchas gracias... ¿y tu mail?

7:47 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Mi mail te lo envío por mail. Gracias por el interés, fliege cojonera.

9:42 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

bueno, te lo dejo aquí, que no me ha quedado claro si el email te llega o invita a algna persona:

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9:48 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

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1:28 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

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4:53 a.m.  

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