lunes, mayo 01, 2006

José Martí: a Sangre Fría

La reconstrucción del "working progress" de la novela "A sangre fría" en el film "Capote" más el clásico olvidado "In Cold Blood" del maestro Brook, en la cual colaboró el mismísimo truhán, Truman Streckfus Persons García Capote, fallecido en 1984, nos permiten avizorar el abismo de la creación periodística-literaria y la deontología práctica del periodista. Hoy es un día de conmemoración, el del proletariado explotado y militante como le llamaba Clara Zetkin, una de las primeras feministas. Pero esta fecha nos permite reflexionar sobre otro expediente "In-Cold-Blood", que aunque no llegó al formato libro, recogió las reflexiones y la íntimidad extrema de los Mártires de Chicago. El 11 de noviembre de 1887 se consumaría el crimen legal contra Engel, Spies, Parsons y Fischer, quienes serían ahorcados. Entre los periodistas se encontraba José Martí, padre de la patria cubana, el mismo que firmó una necrológica de la muerte de Marx señalando que "como se puso del lado de los débiles, merece honor". Martí cuya investigación de los días finales de los inocentes miltantes fue publicada en el diario "La Nación" de Buenos Aires el 1º de enero de 1888. El cubano fue corresponsal del diario entre 1882 a 1891; su primer artículo fue sobre el loco Charles Guiteau, el asesino del presidente estadounidense Garfield, que murió en la horca clamando: "¡Glory, Glory!". Martí nos introduce en el drama político-judicial que se desenvuelve en torno a la penitenciaría y el estado psíquico, heroico, de los condenados: "Y ya entrada la noche y todo oscuro en el corredor de la cárcel pintada de cal verdosa... oíanse los últimos martillazos del carpintero en el cadalso". Así comienza su reportaje, extenso, en el cual no deja vericueto por investigar. Bajo su microscopio desfilan todos los "dramatis personae": el verdugo ("Oh, las cuerdas de la horca son buenas: ya las probó el Alcalde"), el alcalde y los guardias, los presos despiertos, lúcidos, pintados como esos locos ebrios de Dios en los desiertos de Siria y Egipto, varoniles e íntegros ("Risas, tabaco, brandy y humo que ahoga en sus celdas a los reos despiertos"), a Engel exigiendo vino de Oporto y recitando de memoria, arrebatado por el éxtasis, el poema de Heine, el amigo íntimo de Marx, "El tejedor de Silesia"; Fischer explicándole a un guarda semianalfabeto como su muerte se justifica ("creo que mi muerte ayudará a la causa con que me desposé desde que comencé mi vida..."); Spies escribiendo cartas sin parar exigiendo una copa de vino del Rhin; Fischer cantando "La Marsellesa" con la cara vuelta al cielo; Parsons argumentando en voz baja ("argumenta, sacude el puño alzado y la palabra alborotada..."). El final indecoroso fue antes del mediodía: una seña y la trampa cede, los cuatros cuerpos caen a la vez en el aire, y la voz que resuena, nos dice Martí, es la de Spies: "La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora". Engel le sigue: "¡Viva la Anarquía!"... La verdad del sistema estaba en boca del gobernador Oglesby, quien ante las dudas sobre la validez del proceso judicial, señaló: "Los colgaremos igualmente. Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios". Mordaza de carne violácea que sellaba para siempre aquellos labios culpables de haber hablado de justicia y verdad...

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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11:54 p.m.  

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