viernes, abril 14, 2006

Mundial 2006 y el Da-Sein

El Mundial de Fútbol está "ahí". Alemania, la misma Alemania que dio a Heine los temas esenciales de su retórica: pino, ruiseñor, Rhin, la leyenda, el sentido mágico de las noches y de los días y de la silenciosa naturaleza, prepara sus mejores tradiciones para agasajar a los millones de "tifosi" e "hinchas" del noble deporte. Pero además puede reclamar para el magno acontecimiento el nombre de Martin Heidegger, un filósofo que evoca unánimemente el capítulo más excitante y profundo de la historia del pensamiento del siglo XX. Nuestra cultura posmoderna no podría explicarse sin su durable influencia, desde el existencialismo, la fenomenología, pasando por la hermeneútica hasta por la mismísima ecología. Pero Heidegger, que eleva a la "Leben" (Vida) como concepto filosófico central y que definía a la existencia humana como "práctica-en-el-mundo", se destacaba como un "radikal", por supuesto de derechas (el textito es traducción mia), en el mogijato mandarinado universitario alemán de entreguerras. Extremista en su rigurosidad docente, despreciaba el mundo de la levita de cátedra, desde su "visión" de hombre de acción. Escalador de cumbres, temible remero, esquiador destacado, gran gimnasta de aparatos, seductor de prometedoras alumnas pero sobretodo temible delantero izquierdo, y según confiables testigos de época, único en su posición en toda la ciudad de Marburg durante 1924. En el complejo y diseminado "corpus" de su obra, el fútbol pertenecía a la "Sorge" (Cura o Cuidado) del hombre arrojado al mundo. Hacia principios de los años '60 el director artístico del teatro de Freiburg encontró una vez a Heidegger en el tren. Emocionado pretendió desarrollar una charla sobre arte y filosofía, cosa que no logró pues el filósofo, todavía bajo la impresión de un partido interregional de fútbol, le habló todo el tiempo de una joven promesa, jugador maravilloso, un tal Franz Beckenbauer. Calificando al futuro "Kaiser" o "Franz Imperator" de genial, remarcó al sorprendido director su invulnerabilidad en la marca cuerpo a cuerpo y sus precisas fintas en el mediocampo. Heidegger, con su desconfianza con la "Technik", no tenía televisión (a pesar de ser un invento nazi) pero, como recuerda su hijo Hermann, visitaba a sus vecinos para ver las primeras transmisiones televisivas en directo de la copa UEFA. En el legendario partido Hamburg-Barcelona hizo volar por los aires las tazas de té de su anfitriona ante un gol fallido de la escuadra alemana. Es posible que su amor pasional por el fútbol se relacione con su propia idea de la filosofía: una inquietud cultivada metódicamente, cuyo objetivo es demoler y desmontar las supuestas objetividades éticas de la existencia.