lunes, abril 24, 2006

Berlusconi y la estatua fallida de Nietzsche

Nos hemos enterado que Berlusconi, "il Cavallieri" derrotado, está construyendo su dorado exilo en el cantón Grisones (el único trilingüe de Suiza), en la Alta Engadina, donde está el exclusivo St. Moritz. El politico-empresario sin embargo eligió un pueblito con el enigmático nombre de S-chanf. La compradora es su suegra, Doña Flora Bartolini. Los trabajos de reforma del inmueble los ha dirigido la esposa, Veronica Lario (nome d'arte di Miriam Raffaella Bartolini), y han costado "varios millones de francos suizos", entre los detalles podemos nombrar la excavación de un garaje subterráneo de diez plazas equipado con ascensor. Con tres alturas y ocho cuartos de baño, la casa tiene un estilo "neorrococó" y fue sede del Banco Engadinés. Lo curioso es que para su retiro "Berlusca" a elegido una zona filosófica "par excellence", ya que la Engandina fue el lugar de nacimiento de la "Gaya Ciencia" y "Also sprach Zarathustra", el rincón más encantador de la tierra en palabras del filósofo del martillo y donde ocurrió una curiosa anécdota político-filosófica, que unió burócratas nazis y suizos. A fines de 1940 llega a la municipalidad helvética del pequeño poblado de Sils-Maria una peculiar delegación oficial del Dritte Reich, el imperio milenario de Hitler que domina toda Europa. La misión diplomática, agobiada de portaplanos y cartapacios, es encabezada por negros uniformes de las SS y han viajado hasta ese rincón alejado de la neutral Suiza con la tarea de tramitar una empresa espectacular, magnífica y aria: erigir una estatua de mármol de Carrara (al estilo Miguel Ángel) del filósofo oficial del régimen, Friedrich Wilhem Nietzsche. El portento tendría una altura de siete metros, se construiría en la plaza central, delante del albergue alpino, la famosa casa Durisch, "mi perrera ideal" como le llamaba el filósofo, que era el lugar real donde había escrito, entre el 26 de junio y el 6 de julio de 1883 la segunda parte de "Zarathustra". El "SS-Staat" en el cénit de su meteórica carrera hacia el derrumbe, señalaba un doble homenaje: por un lado, al autor, el "Führer" filósofo, cuyas frases adornaban, por orden de Himmler, las agencias y oficinas de las SS; por el otro a la obra en sí, pero en especial a la segunda parte, que destacaba la darwiniana "Wille zur Macht" y la aparición textual de los "Superhombres", los "Übermensch", como proyecto político-racial a fundar científicamente. En la base del pedestal de la magnánima estatua figuraría, en bruñido bronce, la frase del canto "De la superación de sí mismo", que sentenciaba: "Mandar es más difícil que obedecer". La impecable y weberiana burocracia municipal del cantón inició entonces, por la clásica "Mesa de Entradas", el procedimiento habitual para otorgar permisos de construcción, habilitación y estudios técnicos, traslado del monumento desde Alemania y resoluciones legales menores. Lo cierto es que pasaron cinco años y en mayo de 1945, mientras el búnker de Hitler temblaba con los obuses rusos, el expediente llegaba a las instancias finales. ¿Habrá leído Berlusconi las enamoradas descripciones de la Engadina de Nietzsche o será afinidad electiva con la segunda parte darwinista del Zarathustra"?... Valga aquí un elogio tardío a la kafkiana burocracia suiza, que supo salvarnos a nosotros y a la memoria del filósofo de un monumento innecesario e infame. Aunque fuera un producto no deseado...